A finales del siglo XVIII, en un momento en que algunos países europeos empezaban a diferenciarse del resto industrializando una buena parte de su riqueza, España aún se mantenía en un estadio basado en una economía agraria de carácter cuasi- feudal, salvo los pequeños reductos de Cataluña y el País Vasco. Además el sistema económico era muy poco rentable ya que gran parte de las tierras estaban en manos de la nobleza y la iglesia. Esto implicaba que o bien estaban muy mal aprovechadas o bien directamente inutilizadas.
Para intentar cambiar esta tendencia y evitar la ruina de un país que ya no era aquel imperio donde nunca se ponía el sol, se puso en marcha lo que se llamó la desamortización de las tierras , que se completó a lo largo de la primera mitad del siglo XIX. Se trataba de expropiar las tierras más desaprovechadas y venderlas todas a bajo precio para incentivar la pequeña propiedad .
Ese mecanismo hubiera podido funcionar muy bien, pero como en tantas ocasiones , la mala gestión y la connivencia entre los estamentos políticos y las grandes fortunas hizo que el modelo se pervierte y las tierras fueran a parar a los grandes terratenientes e industriales , de manera que el pequeño agricultor no pudo comprar , tuvo que pasar a ser un simple arrendatario temporal y, por tanto, su economía empeoró. La propiedad no se diversificó y no propició que se implantaran nuevas tecnologías en el campo para sacar mayor rendimiento.
Os suena de algo esto ? Desde el Bufete Molina Bosch compartimos la idea de los que piden que hoy el Estado expropie las tierras de las entidades financieras , que no las utilizan, y que las pongan en el mercado en régimen de alquiler social. No nos pueden decir que esto no es posible. Hace casi dos siglos que esto se hizo, de otra manera. Ahora bien, si lo acaban haciendo, vigilamos que no perviertan el modelo, o aún empobrecen más los que ya no tienen nada.
España entre tradición y modernidad. Madrid: Siglo XXI de España editores, S.A, 1999.
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